Peña de la Cruz de San Juan – Donde los incas guardaban sus tesoros
Quien se aventura desde Lunahuaná hacia las colinas que lo rodean, descubre con paciencia un fragmento de historia que pocos visitantes han visto. Discreta y silenciosa, la Peña de la Cruz de San Juan se adosa a la ladera, en un lugar que desempeñó un papel clave en la red de abastecimiento del Imperio inca.
En medio del árido paisaje del valle de Cañete, donde el sol castiga la roca y el viento recorre los pastizales secos, los incas no guardaban oro, sino vida: semillas, maíz, legumbres, hierbas secas; todo lo que una comunidad podía necesitar en tiempos de ausencia o guerra. Estos bienes se almacenaban en colcas, los característicos depósitos incas, construidos aquí con precisión geométrica.
El sitio se divide en dos sectores claramente diferenciados, A y B, separados por una quebrada natural. El Sector A conserva hileras de pequeños depósitos cuadrados del Complejo 1A, donde se almacenaban semillas seleccionadas, secas y contadas con cuidado. En el Complejo 2A, con espacios de mayor tamaño, se guardaban los productos de la cosecha. Cada colca está vinculada a un área de secado, delimitada por muros de piedra.
Las piedras, extraídas de la propia loma, fueron unidas con barro local, que también sirvió de revoque y piso. Aún se conservan remates originales en capas de lajas planas, un testimonio de la durabilidad de la obra.
El Sector B, más sencillo pero igualmente funcional, incluye más depósitos y estructuras circulares que los arqueólogos asocian a posibles tumbas. En ambos sectores, terrazas de contención protegen las laderas frente a deslizamientos.
Un sendero angosto lleva al mirador, desde donde se domina todo el conjunto arqueológico, con el valle y las montañas como telón de fondo. Desde allí se comprende la visión de sus constructores: el almacenamiento como estrategia de supervivencia, el paisaje como recurso y la arquitectura como herramienta política.
Hoy, la Peña de la Cruz de San Juan es un silencioso testigo de la inteligencia y resiliencia inca. Quienes se desvían hacia ella –quizás en ruta hacia el Qhapaq Ñan– encuentran un lugar cuyo valor radica más en su significado que en su apariencia.
Un sitio que recuerda: los verdaderos tesoros de los incas no siempre fueron de oro.
Cómo llegar a la Peña de la Cruz de San Juan
La Peña de la Cruz de San Juan se encuentra en la parte alta del valle de Cañete, a pocos kilómetros del centro de Lunahuaná. Generalmente se accede desde Lima por una de las rutas más pintorescas de la costa peruana.
Desde Lima, se toma la Panamericana Sur hacia el sur hasta la ciudad de San Vicente de Cañete (140 km, aprox. 2,5 a 3 horas). Desde allí, la carretera PE-24 sigue el curso del Río Cañete, pasando por huertos, viñedos y pueblos hasta Lunahuaná (40 km adicionales, aprox. 1 hora).
En el mismo pueblo, caminos y senderos locales conducen al sitio arqueológico. Para quienes están en buena forma, el ascenso puede hacerse como una caminata con vistas panorámicas, especialmente recomendada al amanecer o al atardecer.
También hay operadores turísticos locales que ofrecen visitas guiadas, a menudo combinadas con otros atractivos como el Qhapaq Ñan, catas de vino o rafting en el Río Cañete.
Imagen de portada: Mincetur